La inactividad física es otra pandemia que puede agravarse con la actual

Una pandemia agravada por otra pandemia. Así define el riojano Óscar Martínez de Quel las consecuencias de la inactividad física, acentuada por el confinamiento que nos tocó vivir la pasada primavera y por el posible encierro domiciliario que es ya una opción que valoran distintas Administraciones para poner coto al COVID-19.

Bicampeón del mundo de karate (en 2002 y 2006), lleva casi dos décadas volcado en la docencia y la investigación en materia de actividad física. Y esta misma semana la revista científica ‘Appetite‘ ha publicado un estudio en el que ha participado junto a otros tres investigadores, cuyas conclusiones no pueden ser más reveladoras: el confinamiento de primavera nos hizo dormir peor (aun durmiendo más horas), nos volvió más sedentarios, nos hizo engordar y redujo nuestra percepción general de bienestar.

El suyo fue el primer estudio que se hizo en España sobre los efectos de un insólito confinamiento en nuestro organismo: «Cuando en marzo se anunció el confinamiento de 15 días y empezaron a llegar por WhatsApp cientos de alternativas para ‘pasar el tiempo’, nos dimos cuenta que casi todas fomentaban el sedentarismo: contenidos digitales, películas, series, etc. Nos pusimos en contacto cuatro investigadores de otras tantas universidades y preparamos la investigación en tiempo exprés».

El investigador arnedano explica que «quienes nos dedicamos a las Ciencias de la Actividad Física y del Deporte nos acordamos de las investigaciones que demuestran que varias semanas de inactividad física producen un envejecimiento prematuro del organismo, disminuyendo la fuerza neuromuscular y la capacidad cardiorrespiratoria». A este respecto, alude a un estudio clásico de los años 60, en el que «se pidió a estudiantes de Educación Física que pasasen 21 días tumbados en una cama; se les hizo un reconocimiento médico antes y después y se comprobó que su organismo había envejecido como treinta años en tres semanas».

Óscar Martínez de Quel.

Efectos más notables en personas activas

Así, en la primera semana de encierro, «con mucho esfuerzo y creatividad pero pocos medios», ya habían puesto en marcha su investigación, que concluye que los efectos del confinamiento se dejaron notar en toda la población en general, pero que «quienes peor lo pasaron fueron las personas que eran más activas antes de la irrupción de la pandemia: dormían bien y pasaban a dormir mal y habían engordado más que el resto en términos relativos».

Martínez de Quel también destaca que «todos los participantes en el estudio bajaron su nivel de bienestar: los que comenzaron el estudio sintiéndose ‘genial’ lo acabó sintiéndose ‘bien’, el que estaba ‘bien’ pasó a estar ‘regular’ y quien estaba ‘regular’ acabó sintiéndose ‘mal’», por lo que cree que los responsables públicos «deben tenerlo en cuenta de cara a adoptar futuras decisiones».

El investigador riojano, durante uno de sus estudios durante la pandemia.

«No somos osos, nuestra genética no está preparada para hivernar ni para pasar días sentados, y esto viene de una herencia evolutiva de miles de años», explica el investigador riojano, recordando que «según los datos de la OMS, la inactividad física es la cuarta causa de muerte en el mundo, con cuatro millones de fallecidos cada año».

«Es una pandemia silenciosa, a la que no se le hace mucho caso, que puede agravarse debido a la crisis sanitaria y a movernos menos», advierte Martínez de Quel, quien considera que «la actividad física es esencial, aunque «cómo llevarla a cabo requiere de un análisis muy profundo, porque no es lo mismo un gimnasio con o sin ventilación, no es lo mismo hacer deporte en espacios cerrados o hacerlo al aire libre; en solitario o en grupo…». «Una persona yendo a correr sola al monte es menos peligroso que quedarse en casa», concluye.

nuevecuatrouno