La cántabra Nadia Gómez, que acaba su etapa como sub 21 dando a España un título Europeo, se plantea el complicado reto de llegar a la selección española absoluta
Nadia Gómez (Santander, 1997) dice de sí misma que es «muy peleona y muy competitiva». Vamos, que le va la marcha. Pero también confiesa que ahora mismo siente un poco de vértigo ante la nueva etapa que se abre en su vida. Su tiempo como karateka sub 21 ha terminado ya. Con mucho éxito, eso sí. No todo el mundo puede presumir de ganar un título de campeona de Europa y otro Mundial en esta categoría. Ella sí. Esta ha sido una etapa para demostrar al mundo lo que vale esta ‘pequeña-gran’ mujer (pesa menos de 50 kilos), de aspecto frágil (no se dejen engañar por su aspecto, lleva el nervio metido en el cuerpo), cuyo único objetivo es ser la mejor karateka del mundo. Pero sobre todo, esta etapa como promesa le ha servido a ella para disfrutar mucho y para poder recordar experiencias, viajes, competiciones, rivales, fracasos, éxitos… Nacida en Santander -«en el barrio de la Albericia», presume- y después de 16 años practicando kárate, su futuro es esperanzador.
-Ha terminado su etapa como sub 21 por todo lo alto, con un título continental. ¿Cómo se siente?
-Me he llevado en esta categoría todo lo que me tenía que llevar, así que estoy muy satisfecha. Pero ahora, a partir de abril, subo a sénior y eso ya va a ser otra cosa. Ahora empieza lo bueno
-¿Cuál será su primer objetivo en la categoría absoluta?
-Por supuesto, entrar en el equipo nacional absoluto. Sé que no va a ser fácil, porque el actual equipo nacional está muy consolidado, pero estoy muy motivada para conseguirlo. Tendré que superar a una karateka que está en mi mismo peso y que tiene más años de experiencia que yo, pero voy a por ello.
-¿Qué tiene que hacer para quitar el puesto a esa ‘rival’?
-Ganar el próximo Campeonato de España sénior que se celebra en marzo en Sevilla, luego entrar en alguna preselección y demostrar a los nuevos entrenadores que valgo para estar ahí.
-¿Por qué usted no es una deportista conocida para el gran público en Cantabria, a pesar de esos títulos que la han puesto el la élite del kárate mundial?
-Me imagino que será porque este deporte es tan minoritario que tienes que ganar un Mundial como el que gané en Tenerife o un Campeonato de Europa, como hice en Sochi, para que la gente sepa lo que estás haciendo. Pero con eso ya contamos todos los deportistas que hacemos deportes minoritarios. No nos pilla de sorpresa.
-¿Cómo comenzó en el kárate?
-Pues fue a los 4 años, en el colegio María Sanz de Santuola, el de La Albericia. Tuve un profesor, de extraescolares, que se llamaba Víctor, aunque no me acuerdo de su apellido, con el que me puse el primer kimono. Ahí me empezó a gustar y eso que sólo hacíamos katas y técnica, que no sabía todavía lo que era el combate.
-Y de ahí pasó a entrenar con González Machín.
-Sí, a los 12 años, o así, cuando acabé la Primaria en el colegio, como me seguía gustando el kárate me fui a entrenar al gimnasio González Machín. Y después, a los 17, me cambié a un club de kárate de Bezana, que dirige Alfonso Domínguez y es al que regreso siempre que no estoy en la Blume y vuelvo a Cantabria.
-¿Desde cuando está en ese Centro de Alto Rendimiento del CSD de la Blume en Madrid?
-Desde septiembre del pasado año. Por méritos y currículum y por ser una de las promesas del deporte español me concedieron una beca para entrenar. Mi entrenador es Javier Ferreira. Estoy muy a gusto allí, porque a mí me gusta mucho entrenar y todo lo que esté relacionado con el deporte. Creo que soy una privilegiada y que tengo que aprovechar esta oportunidad que me han dado. Aunque hay veces que tienes momentos de bajón en los que se hace es muy duro estar lejos de la familia y los amigos y siempre entrenando.
-¿Cómo es su día a día en la Blume, ese lugar en el que se forman muchos de los grandes deportistas de este país?
-Pues muy disciplinado, con horarios estrictos y con mucho entrenamiento. A las 8 me levanto, y lunes, miércoles y viernes, por la mañana, hago entrenamiento físico y los martes y jueves por la mañana, entreno kárate; y luego, todas las tardes entrenamos kárate, combate (kumite) puro y duro. Antes dedicaba tiempo a ir a la universidad, porque empecé a hacer la carrera de INEF, pero este curso, con los campeonatos del Mundo y de Europa, para los que he tenido que entrenar muy fuerte, he dejado un poco al margen los estudios. Y es que al final, la beca me la dan para entrenar.
-¿Siempre hizo kárate, nunca probó otros deportes?
-Cuando iba al colegio hice casi de todo. Es que a mí siempre me ha gustado mucho el deporte. Practiqué balonmano y jugué como portera en el Sinfín-Sagardía, donde jugaban muchas de mis amigas y también he sido jugadora de fútbol. Hace dos años empecé a entrenar con el equipo femenino de Bezana e incluso jugué un partido.
-Y dentro del kárate ¿por qué se decantó por el kumite y no por la otra modalidad como los katas?
-Porque soy una guerrera. Cuando empecé en este deporte no sabía lo que era esto del kumite, pero cuando lo conocí, supe que esto era lo mío.
-Sin embargo, los karatekas tienen fama de ser poco peleones.
-Sí. Porque el kárate te inculca valores como el respeto, la humildad, la empatía. Si no hubiese sido por el kárate, yo hubiese sido una persona diferente y mucho me temo que peor.
-¿Echa de menos Santander y a su gente?
-Mucho. Cuando ‘subo’ a Santander, siempre me tengo que ir a ver la playa, la echo de menos. Es que aquí, en Madrid, te sientes como desubicada sin la referencia del mar. Y disfruto de mis padres, de mi familia y de mis amigos. Vuelvo a entrenar en mi club de Bezana y veo a los compañeros. Vamos, que cojo la fuerza que me da ‘el viento del Norte’ y regreso a Madrid con las pilas cargadas para seguir entrenando.
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