Sandra Herver anunció la retirada del deporte hace ocho meses por una hernia «de dimensiones considerables». Reconoce estar terminando de digerirlo, pero muy ilusionada con la nueva etapa.
Nació con una cardiopatía congénita que, aunque no le impidió competir y mantenerse un buen puñado de años en la élite del kárate, sí le obligó a hacer un punto y aparte en el 2019 para ser intervenida. Tras corregir el problema mecánico que se le detectó en el corazón, Sandra Herver volvió al deporte ya hacer vida normal hasta que, en marzo, anunció la retirada definitiva de los tatamis por una hernia discal “de dimensiones considerables” que le estaba haciendo la coz. “Existe la sensación de que me retiré por la dolencia de corazón y no ha sido así. A mí me derrotó a una hernia y no a la cardiopatía congénita, que no me impedía seguir compitiendo”, puntualiza Herver, que se encuentra en el umbral de soplar las 29 velas.
Ocho meses después de esa comparecencia en la que confirmaba el adiós, la actual responsable técnica de la Federación Andorrana de Karate reconoce encontrarse todavía “acabando el proceso de duelo, aunque he avanzado muchísimo. Ahora estoy en el momento de la aceptación y hay un aspecto que me está ayudando mucho, que es poder seguir vinculada con lo que es mi vida, el kárate”. Una nueva etapa que Sandra, sin embargo, vive con ilusión y subraya que “cada vez soy más consciente de todas las demás ventanas que hay después de la competición y estoy muy enfocada en ello. Unas ventanas que no sabía ni estaban abiertas”. También da clases a los clubs –una labor que ofrece desde hace 14 años– y “siempre me ha encantado la parte docente y la disfruto mucho”, y pone el acento en “perfeccionar y aumentar la calidad del kárate en el ámbito nacional”. Pero parece inevitable que, entre lecciones a alumnos, instrucciones, dirección y presencia de otros jóvenes en torneos, el gusanillo de la competición no acabe de marcharse: “¡Por supuesto que está! Y si quiere que le sea sincera, no sé si se marchará nunca [ríe]. Me estoy conociendo a mí misma y está siendo curioso porque, a pesar de tener claro que debo estar en una silla de coach y no me toca a mí ahora competir, hay días de entrenamiento que no puedo evitar forzar en algunos ejercicios . Luego viene el arrepentimiento, pero es mi esencia y ¡esto no lo cambiaré! [ríe].” Para Herver, uno de los puntos que siempre le han costado más digerir en todo este proceso ha sido el verdadero motivo que le ha obligado a colgar el kimono y apunta que “es durísimo, lógicamente, porque es un choque de realidad. Vengo de una historia de vida complicada, por la cardiopatía congénita que me detectaron antes de nacer, he podido competir con esta afectación y ver que debo retirarme por la espalda es algo cruel. Parecía una broma”. Ahora el ex karateka sigue conviviendo “con molestia las 24 horas” ya la mínima que se anima a ejercitarse “ya me estoy resintiendo”. Todo se agravó cuando, después de un año gestionando el dolor por la hernia y pasar por el quirófano, “se reprodujo en muy poco tiempo y ya fue inevitable pensar que era el final. Me costó aceptarlo y estaba muy cabreada con la situación, aunque me habían planteado que existe la posibilidad de que la dolencia podía recidivar”. Todo tiene un proceso, como ha repetido, y éste, asegura, que acabará de cerrarlo “cuando pasen los Juegos de los Pequeños Estados”. Ahora los vivirá como directora técnica y espera que algún andorrano pueda obtener una medalla que “está claro que sentiré un poco como mía, y es un reto muy bonito. Será muy difícil porque el nivel del kárate en los Juegos es muy heavy y hay competidores de pequeños países que son Top 20 del mundo”.
LOS JUEGOS DE LOS PEQUEÑOS ESTADOS, UNA ESPINETA
Pese a estar ilusionada con la cita como responsable técnica, Herver no puede evitar pensar qué hubiera pasado si todavía estuviera en activo: «Tal y como estaba me veía con una medalla colgada en el cuello, seguro», afirma sin dudar.
diariandorra.ad
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