Silvana Bodington jugaba a ser una Power Ranger en el patio de la escuela, en su Venezuela natal, y con solo 4 años convenció a su madre para que la llevase a clases de kárate.
El capricho infantil se convirtió en algo serio y doce años después Silvana compite por España, es flamante subcampeona europea individual en categoría júnior y campeona por equipos de katas y forma parte de un selecto grupo llamado a dar el relevo a Sandra Sánchez, declarada la mejor de la historia en esa especialidad.
En sus 17 años ha cambiado de país de residencia, ha hecho la mudanza en España un par de veces en busca de los mejores lugares de entrenamiento, ha conocido las consecuencias de una quiebra bancaria y ha salido de todo ello con una madurez asombrosa para su edad, con brillante expediente académico y llena de ganas por ser alguien en el kárate internacional, que ya empieza a conocer su nombre.
«Fue un tanto difícil tener la voluntad y la disposición, ya que en solitario el sacrificio pesa más», dice la deportista sobre su preparación de los últimos meses, que la llevó a su mejor resultado internacional pese a afrontar sus entrenamientos casi siempre sola, durante dos horas y media diarias al salir de clase.
Comenzó a competir a los cinco años. Con siete ya era cinturón naranja, tercero en una escala de siete que culmina en el negro. Entonces, en 2008, sus padres (ella española) decidieron abandonar Venezuela debido a la crisis política y social en el país y se instalaron en Barcelona.
De entrada, Silvana tuvo que olvidarse del estilo Shotokan que practicaba en Venezuela: no había junto a su nuevo hogar ningún ‘dojo’ que lo emplease. Se formó en el estilo Shitoryu, dominante en España, con Joan Just. No fue lo único que tuvo que aprender, tras comprobar con sorpresa que en Barcelona «los carteles estaban escritos en un idioma desconocido», el catalán que pronto dominó.
Un año le costó la transición de estilo. Comenzó a representar a Cataluña en el campeonato de España con 10 años. A los 12 obtuvo su primer podio, un subcampeonato de España juvenil en kata individual. Se creó entonces por primera vez una selección española juvenil (12-14 años), a la que fue convocada y con la que obtuvo su primera medalla internacional, bronce en el Abierto de Andorra.
«El cambio de juvenil a cadete no me fue muy bien, porque hay que borrar todos los katas anteriores y empezar con otros de nivel superior. Prácticamente lo hice sola, viendo vídeos en Youtube y mezclando conceptos, y eso me penalizó mucho», admite la karateca.
En la selección conoció a competidores de otras comunidades autónomas que le hablaron bien del club Kumo Sport de Madrid y, con permiso de su ‘sensei’ Joan, decidió viajar algunos fines de semana a la capital para «corregir fallos y lograr un kata uniforme».
«Nos subíamos al coche mis padres, mi hermano y yo y nos hacíamos las 6 horas entre Barcelona y Madrid. Un fin de semana entrenando y de vuelta. Mejoré mucho y cada vez tenía que ir más frecuentemente para mantener el nivel», señala Bodington, que recuerda que esos traslados eran cubiertos económicamente por la familia.
«Una de las claves del progreso era que muchos alumnos de Kumo Sport ya habían sido campeones de España y de Europa y los demás aprovechábamos su experiencia y copiábamos su nivel. Entre ellos, Sergio Galán (campeón de Europa sub-21) o Lidia Rodríguez (campeona mundial sub-21), ahora ya en la selección sénior», destaca.
Silvana comenzó luego a viajar sola en el AVE para estos entrenamientos en Madrid, cada dos o tres fines de semana.
«Este segundo año de cadete representó un gran coste económico, mental y físico, pero tuve grandes recompensas. Me gradué de la ESO con un promedio de 9, logré títulos internacionales, obtuve ránking internacional en la Federación Mundial y mi primer título de campeona de España representando a la Federación Madrileña, ya que por logística hice cambio de federación», explica Silvana, que en los Europeos de 2016 en Chipre fue bronce en kata individual cadete.
La familia se planteó entonces instalarse en Madrid. El trabajo paterno lo permitía y, gracias a su expediente académico, el Banco Popular concedió a Silvana una beca por dos años que les ayudó a compensar los gastos de alquiler de vivienda y transporte.
Pasaron en Madrid un año, coincidiendo con el primer curso de Bachillerato, que no fue del todo como esperaban.
«En el campeonato de España de 2016 no quedé clasificada en individual, aunque sí subcampeona en kata por equipos. Todos mis logros pasaron al olvido. No me llamaron para la preselección del Mundial, ni en individual ni en equipo, ni a ningún entreno en el Centro de Alto Rendimiento. Era como si no existiera. Aun así, me presenté como particular en el Open de París 2017, competí en la categoría sénior contra las mejores del mundo y alcancé la novena posición entre más de 120 competidoras», relata la deportista.
Y mientras ella se esforzaba por mejorar sus resultados deportivos y académicos, el Banco Popular era considerado inviable por los mecanismos de regulación europeos y vendido al Banco Santander. La beca de Silvana quedó anulada y, con ello, la posibilidad de seguir residiendo en Madrid.
«Por suerte, seguíamos teniendo la casa en Barcelona», dice.
«No me quise rendir, tenía que seguir intentándolo», afirma con seguridad. «Seguí entrenándome, casi siempre sola en Barcelona, con estancias de una semana en Madrid antes de los torneos importantes. Gané el campeonato de España el pasado noviembre y vi que tenía muchas posibilidades de ir a los Europeos júnior de Sochi en individual. Y, sorpresa, me llamaron también por equipos. Me costó digerirlo, pero vi que tenía oportunidad de ganar dos medallas».
Y así fue, este febrero: plata individual, tras caer ante la turca Nur Colak, y oro por equipos junto a Silvia Murillo y Carmen García, con victoria sobre Italia en la final. Estos éxitos le reportarán algún modesto premio económico aún por llegar, que calcula en unos 700 euros por la medalla individual y unos 1.200 para repartir entre las tres componentes del equipo.
El futuro vuelve a pintar bien para la karateca de origen venezolano. Cuando cumpla 18 años el próximo 4 de julio pasará a la categoría sub-21, «un cambio que no implica nuevos katas, conservas lo que ya has hecho, pero sí competir con gente de hasta 21 años, que lleva ya tres en esa categoría, con lo que sube la dificultad».
Decidir por qué comunidad autónoma (Cataluña o Madrid) va a competir y disputar el regional y el nacional en la nueva categoría son sus objetivos para este año, además de volver al Abierto de París para medirse de nuevo con las mejores del mundo.
«Obviamente quedar campeón nacional en Venezuela, España o Italia, países de enorme nivel, implica un trabajo serio y al salir fuera se nota», comenta Bodington, quien coincide con otros katatecas en que su deporte supone todo un estilo de vida.
«Supongo que cualquier deportista que dedique mucho tiempo a su actividad, al final hace de ella un estilo de vida. Pero el kárate lleva consigo muchos valores, aparte de los deportivos», afirma.
«Aunque solo entrenes una hora a la semana, el kárate se vive. En clase se enseñan unos valores que te duran toda la vida. Para mí», continúa, «el principal que ves en todos los ‘dojos’, los lugares de entrenamiento, es el respeto a los superiores». El término que define al maestro, ‘sensei, significa ‘el que nació antes’.
«Si tienes un cinturón más bajo que otra persona, debes tenerle un respeto especial. Es bonito verlo en el ‘dojo’. Es una jerarquía, aunque no se traduce en prepotencia: los grandes tienen la obligación de ayudar a los pequeños», advierte quien ya empieza a ser una de esas grandes: es décima, y única española, en el ránking mundial júnior.
lavanguardia
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