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19 marzo, 2024
Damián Quintero, el karateca-ingeniero al que no le gusta pelear: "Pongo sentimiento en el tatami"

Damián Quintero, el karateca-ingeniero al que no le gusta pelear: "Pongo sentimiento en el tatami"

Damián Quintero, el karateca-ingeniero al que no le gusta pelear: «Pongo sentimiento en el tatami»

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Dejó su trabajo en una multinacional para apostar por un sueño que cumplirá en Tokio. Él y Sandra Sánchez son dos de las opciones de medalla más seguras para España en un deporte sin futuro olímpico. El local Kiyuna es su gran rival por el oro: «Compito en territorio hostil

Serán como dos medallas fugaces, las de Damián Quintero y Sandra Sánchez en katas, referentes mundiales de un deporte que nace y muere olímpicamente en Japón, su cuna. «Tenemos una responsabilidad con el kárate», pronuncia este malagueño nacido en Buenos Aires, un tipo tan seguro de sí mismo que un día dejó su trabajo de ingeniero aeronáutico en una multinacional para apostar por un sueño que se cumplirá el próximo 6 de agosto en el Nippon Budokan de Tokio.

Con 37 años recién cumplidos, Quintero fue campeón mundial en 2014, es seis veces campeón de Europa, número uno del ránking y favorito al oro junto al japonés Ryo Kiyuna. Compite en «territorio hostil», por eso la ausencia definitiva de público en las tribunas no es tanto drama para él. «Lo que me parecía menos correcto es que sólo se permitiera la entrada de espectadores locales», cuenta. Porque lo suyo, aunque es kárate, no consiste en pelear -«nunca me gustó que me tocaran la cara», bromea-. Tiene claro que para ganar una medalla en katas, «un combate imaginario», tiene que impresionar: «Poner el vello de punta al jurado, la piel de gallina». Y eso, desde siempre, se le da muy bien. «Poner corazón en el tatami. Que no seas un robot, que se vea la parte explosiva, pero también la técnica y el sentimiento. Se tiene que transmitir sentimiento», insiste.

Por eso impresiona verle entrenar en directo, una coreografía hipnótica, el sonido del karategui, el grito gutural de los kiais. Repetir, repetir y repetir hasta alcanzar la perfección, pues en tres minutos les va la vida. «Lo llevo en la sangre, son tantos años haciéndolo…. No tenemos margen de error. Porque no es un combate en el que puedes remontar. Un fallo a nosotros nos manda para casa», cuenta sobre ese estado de éxtasis en el que parecen levitar. «El nivel de concentración mental tiene que ser excelente. Evadirte de todo. Jueces, público, pabellón, evento. Sólo están el tatami y tú. Y tienes que intentar disfrutar del kata, esa es la clave», explica.

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