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17 abril, 2024
Alexandra Grande: "Siento que en Tokio me iría bien"

Alexandra Grande: "Siento que en Tokio me iría bien"

Alexandra Grande: «Siento que en Tokio me iría bien»

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La karateca limeña visitó la redacción del Diario As en España: «Toda la prensa en el Perú me están poniendo una medalla, pero yo solita me presiono».

Alexandra Grande no para. Tras un notable comienzo de año -séptima en París, quinta en Guadalajara, bronce en Dubai y quinta en Rotterdam- es la sexta en el ranking mundial de karate (Kumite -61 Kg.) Antes de poner rumbo a Rabat (Marruecos) para la siguiente cita de la Premier League, la karateca limeña visita la redacción del Diario As en compañía de su inseparable sensei Roberto Reyna.

Alexandra ha estado entrenando varias semanas en Madrid, en el Dojo Kime. La medallista de oro en los World Games 2017 siente a la capital de España como una segunda casa. Se le nota centrada y serena ante el tema sobre el que todos le preguntan: los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Es consciente de que es una de las favoritas, pero ha construido un discurso para no salirse del camino, para tener los pies en la tierra. «Vivimos en una montaña, mirando a todo lo que queremos llegar. Ahora se nos ha presentado una montaña más grande y más bonita, los Juegos Olímpicos. Para eso estamos entrenando y luchando, dando el todo por el todo. Siempre digo y lo diré, el culpable de todos mis logros es él (mira a su sensei). Yo entreno con él desde los nueve años. Él recién ha entrado conmigo a la Selección  como coach desde el año pasado. Aparte tenemos un seleccionador. Yo le decía: ‘Por favor, déjame entrenar con él aunque sea martes y jueves…’. A veces me ponían peros».

Alexandra Grande, en la redacción del Diario As.

El 2018 es un año especial para esta karateca limeña de 28 años. Es la primera vez que competirá en todas las pruebas de la Premier League de la World Karate Federation (WKF). Tiene infiltraciones en las rodillas a causa de los fuertes dolores que le produce este ritmo, pero no piensa parar. «Este año hemos hecho todas las competencias menos una, Austria -era una categoría Serie A-. Ahora toca Marruecos, luego en Perú tenemos un mes con un pico para los Juegos ODESUR, donde nos han dicho que tenemos que ir sí o sí porque son del Estado. Vamos a ir pero nuestro pico alto es el Mundial de Madrid».

Precisamente Madrid, la ciudad donde tan a menudo entrena, puede darle a Alexandra Grande el pase automático a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Será el mejor termómetro para comprobar su estado de forma. «Una medalla en el Mundial y estoy con un pie en Tokio. Pero tenemos varias opciones, el Mundial, estar entre las cuatro primeras y sino el Preolímpico». Su sensei lo tiene claro: «Desde mi punto de vista óptico, y soy bastante objetivo, ella está entre las mejores del mundo y no solo de su categoría. Lo ha demostrado, ha competido con campeonas mundiales».

En este de Mundial el Perú está completamente absorbido por la Blanquirroja. Treinta y seis son muchos años. Sin embargo, el país todavía no es consciente de que con la inclusión del karate en el programa olímpico Alexandra Grande puede dar una alegría comparable a la que supuso en 1988 la medalla de plata del voleibol femenino en Seúl. «Cuando me enteré que el karate podía ser olímpico me emocioné. Dos días antes daban los resultados por redes y estaba nerviosa… Es un sueño… sé que va ser duro clasificar pero me hará sacar algo más que tengo dentro, ya no solo a nivel Panamericano, es nivel Olímpico. Es sentirse orgullosa, tener más presión… me estaba volviendo loca. Mi sensei me decía que tranquila. Mi sueño ahora ya es a nivel del mundo, cada día que me levanto con este objetivo estoy con ganas. Me preparo el desayuno para estar bien fuerte… aunque luego sabes que te vas a ‘sacar la mugre’, pero bueno, ese sudorcito, ese dolor, ese lloriqueo… me encanta».

Su primera victoria, quedarse con su sensei

Parece lógico pensar que con una madre karateca y un padre practicante de kung-fu, la pequeña Alexandra se tenía que dedicar sí o sí a las artes marciales. Así fue en sus inicios. Merces Risco, su madre, fue su primera entrenadora durante un año y medio. Alexandra Grande tenía siete años y ya le picaba la curiosidad, se acercaba a su mamá y hacía unos puños con ella. «Un día caminando por el Estadio Nacional vi unos niños que estaban haciendo karate y le pregunté a mi madre que qué estaban haciendo… ‘¡lo quiero hacer!’, dije. Yo he practicado gimnasia, ballet, he hecho de todo… Luego llegó Roberto Reyna. A los 11-12 años volvió a retirarse porque veía a otros niños jugando al voley. «No era mala, pero cómo es el destino, me volví a encontrar en la calle a Roberto: ‘¡Profe, cómo está!’ Al final me dijo: ‘¿Por qué no vuelves a venir al dojo del Callao?'»

Son uña y carne, y gracias al gran equipo que conforman Alexandra ha escalado la sexta plaza del mundo: «Ha sido difícil todo este tiempo desde el año pasado. No solo deportivamente sino luchar para que él sea mi entrenador, porque con él me siento bien. Ya lo demostramos en 2017 en Toledo, en la Premier League, quedamos oro en nuestro primer campeonato internacional juntos. Luego fuimos a los World Games y fuimos oro… ahí les callamos la boca a todos. Estamos que callamos la boca a todos. Hay gente que nos desea el mal y gente que nos desea el bien. Llegando a Perú lucharé para que él siga conmigo».

La gran inversión de Alexandra

Un encuentro de Kumite dura dos minutos, pero la preparación de un karateca se mide en años. La de Alexandra ya se prolonga desde hace once. Con 17 años, tuvo que dejarlo todo, tanto a nivel académico como sentimental. «Tuve que dejar mis estudios de Traducción e Interpretación. Roberto también sentía que en el deporte iba a lograr más de lo que pensaba. De ahí dejé vidas personales y sentimentales con el dolor… también la comida peruana, que es la más rica del mundo… que tengas que dejarla y empezar a alimentarte con ensalada, pechuga de pollo, tu camote… comer distinto. También dejar las reuniones con amigos. Yo me levanto todos los días a las cinco de la mañana. ¡Qué vas a salir un sábado a ‘tonear’, sabiendo que al día siguiente tienes que entrenar!. He sido bien egoísta, he tenido que pensar mucho en mí pero siento que me ha compensado».

Me levanto todos los días a las cinco de la mañana. ¡Qué vas a salir un sábado a ‘tonear’, sabiendo que al día siguiente tienes que entrenar!. He sido bien egoísta, he tenido que pensar mucho en mí pero siento que me ha compensado»

Quién iba a decirle a Alexandra Grande que la mala organización federativa en el Perú le iba a hacer dar un paso vital. En 2017 aprovechó un momento de crisis en la Federación Peruana de Karate, que estaba sin presidente. «Me dije: ‘Me voy a Europa’. No pedí nada. Les dije a mis padres: ‘Mamá, papá, reviento mi chanchito y me voy a Europa’. Invertí mucho y me entraron dudas, pero tenía que ver a los mejores del mundo. Mis papás me apoyaron y fue la mejor inversión de mi vida. Me fui a Holanda, Dubai, Londres, entrené con los mejores y no solo eso, aprendí observándoles. Fui una esponja. Empecé a mirar todo lo que hacían: lo que comían, lo que conversaban, lo que entrenaban… estaba sin despegarme de nada. No me arrepiento, es como si todos los resultados de ahora me hubieran regresado al bolsillo».

En efecto, la casi nula inversión pública y la tímida inversión privada han hecho que Alexandra Grande, deportista de élite en el Perú, haya tenido que buscarse la vida. Cierto es que recientemente le concedieron la Beca Olímpica del COI, pero con los 700 dólares mensuales tiene que ahorrar durante cuatro meses para que pueda costearse los desplazamientos y su sensei pueda viajar con ella. Respecto a la sonada Ley de Mecenazgo Deportivo, Roberto Reyna es cauto. «Hay disciplinas en las que sí está entrando. El problema es que lo primero es siempre la parte comercial, las disciplinas que más venden. Pero sí hay deportistas con menores resultados que Alexandra y que están auspiciados, con una Ley de Mecenazgo mucho más marcada que ella. Todavía no encuentran un sponsor que pueda financiar lo caro que es venir acá. Pero hemos sabido lidiar con el alto rendimiento mundial, que es muy importante. Y la gente a veces no tiene ni idea. Ser el mejor de un continente es una cosa, pero estar entre los mejores del mundo es otra».

Preguntamos entonces a Alexandra sobre sus grandes rivales. Lo que más le motiva es que ya se ha enfrentado en bastantes ocasiones a las cinco que están por delante de ella en el ranking mundial. «Con la china -Xiaoyan Yin- he peleado y es como por un punto… y dos segundos que te volteas… un ‘locurón’ con ella. Con la ucraniana -Anita Serogina- que es la segunda la gané en los World Games y luego dos o tres veces más. Sé que puedo estar entre las cuatro y puedo vencerlas».

¿Presionada por llegar a colgarse una medalla dentro de dos años?  «Ahorita toda la prensa en el Perú me están poniendo una medalla, pero yo solita me presiono, si siento que estoy cerca, lo voy a lograr. Cuando lo he sentido, me ha ido bien. No sé que tengo, si es que soy medio bruja, pero siento que me va a ir bien. Yo me quiero centrar, ir en orden… primero clasificar. Pero sí, me siento que recién estoy mejorando, soy más fuerte, más madura. Ahora veo que el karate es lo primordial».

La tradición del karate en Perú

Roberto Reyna pide la palabra cuando le preguntamos por el arraigo del karate en el Perú. «Tenemos un buen legado . El problema está en que por la diferencia económica con Japón, Asia en general, Europa… nos es mucho más costoso. Ahora viaja Alexandra sola. Podemos viajar como cinco, pero viaja sola. No es porque no haya plata, es porque el dirigente piensa que no hace falta que viajen cuatro más. Esos cuatro más ni siquiera luchan porque no tienen un sueño. Carecemos un poco de la actitud de pensar que podemos llegar tan alto como cualquiera. Hemos venido a Europa, hemos estado aprendiendo con seleccionados de España, Inglaterra, franceses, japoneses… estamos bien parados pero es cuestión de actitud».

Lo que también lamenta Reyna como formador de karatecas es la falta de cultura deportiva. «El deporte funciona de una manera particular en Perú. Aquí en España funciona de una manera pública, hay más apoyo. Hay entonces un vacío tremendo, llegan los niños sin coordinación, sin un desarrollo motriz adecuado… tienes que esperar y ver si de repente prenden y pueden llegar a algo. Aquí los niños tienen una actitud diferente a los nuestros, se ven con más ganas».

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